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Foto del escritorMagdalena Martínez

Los pensamientos catastróficos: cuando el problema está en la manera de pensar



En la 2da parte del podcast con el resumen del libro “Saberse amado, saberse capaz” de Iván Pittaluga, el autor nos hablaba de lo que un niño necesita aprender para gozar de una buena autoestima.




Repasemos:

1. La aceptación de sí mismo

2. La práctica de vivir con propósito

3. La práctica de vivir conscientemente

4. La práctica de la responsabilidad personal

5. La práctica de vivir con integridad.

Dentro del punto 4, sobre la responsabilidad personal, es importante prestar atención a lo que se conoce como pensamiento catastrófico, que es una manera de distorsionar la realidad: “ver un problema pequeño e imaginarlo enorme”.


“Es una distorsión cognitiva: a veces nuestros cerebros llegan a conclusiones sobre las cosas de manera automática, basados en algún hábito, alguna característica temperamental o una percepción, en lugar de relacionarla con lo que realmente está sucediendo” (Pittaluga, I. 2015 p.149)


Esta anécdota que cita el autor sobre un dialogo frecuente que el Dr. Townsend tenía con sus hijos cuando eran niños, puede ayudarnos a entender mejor lo que estamos diciendo:

“Era sábado y él salía de casa para ir al consultorio.

_ ¿Por qué vas a trabajar hoy, papá? Es sábado- preguntaba uno de los niños.

_Porque si no voy, no me pagan.

_ ¿Y qué pasa si no te pagan?

_ No podría traer dinero a casa.

_ ¿Y qué pasa si no puedes traer dinero?

_ No podríamos pagar lo que necesitamos.

_ ¿Y qué pasa entonces?

A esta altura del interrogatorio, ya se estaba haciendo tarde para irse, así que decidía poner fin a esa situación con un mensaje drástico:

_ ¡Viviríamos en una carpa y comeríamos lo que los vecinos tiraran a la basura!

_Ah.

Fin del interrogatorio.” (Pittaluga, I. 2015, p.149)


Esto se relaciona con el punto 3. Cuando hablamos en el podcast de la práctica de vivir conscientemente, ya que una de sus características es distingue ene hecho, interpretación y sentimiento.


Por eso, como dice Pittaluga, cuando llevamos el pensamiento distorsionado al próximo nivel (las metas importantes en la vida) esto puede afectarnos de un modo decisivo.

No se puede minimizar la importancia de los patrones de pensamiento. Ni tampoco lo útil que puede ser aprender a pensar diferente.


Las formas del pensamiento distorsionado más comunes que cita el autor son:

1. “Lo he probado todo y nada resulta”

El niño cree que lo probó todo y que no hay soluciones. En su mente, ha agotado todas las posibilidades para hacer cambios, lograr sueños o mejorar en algún aspecto de su vida.

Es cierto que no podemos deshacer el pasado. Cuando muere una persona que amamos, ya no está. Cuando uno hizo una mala acción, ya está hecha. Todavía no se inventó una maquina para rebobinar lo que pasó y volverlo a pasar con un guión diferente. 😊

Pero distinto es el pensamiento distorsionado que nos lleva a pensar que hicimos todo lo posible y que la situación es irremediable.

Como dice el autor, hay niños que se “ahogan en un vaso de agua”, a veces por comodidad, otras porque necesitan que se les enseñe a buscar opciones. Es recomendable preguntarles: ¿Qué es TODO? ¿Qué hiciste?.

Como podemos intuir, hacerse responsable de algo requiere tiempo y esfuerzo, a veces dosis generosas de los dos.

¿No les pasa bastante seguido, tener la tentación de resolverle el asunto a los niños? Puede ser que eso sea necesario en alguna ocasión. Pero en otros casos conviene ayudarlos a que sean ellos los que encuentren opciones, o podemos darles algunas, para que elijan.

2. “No puedo”

Este pensamiento cierra la puerta a las oportunidades, la esperanza y el cambio. Es verdad que en el mundo hay ciertos “no puedo”. Pero son muchos más los “puedo” que los “no puedo”.

A pesar de esto, son muchos los adolescentes que se estancan en el pensamiento “no puedo”. ¿Por qué? Porque hay cierto alivio en la manera de pensar “no puedo”: se afloja la presión.

Es obvio que no somos omnipotentes, como nos dice claramente el autor, hay cosas que podemos hacer y cosas que no. A veces está bien abandonar. Pero si el darse por vencido se vuelve un patrón de comportamiento, tenemos un problema.

¿De dónde viene el pensamiento “no puedo”?

A veces de fracasos anteriores.

Pero el fracaso no es un enemigo, al contrario, el fracaso es un gran maestro. Ya lo dijo Charles Dickens:

“Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender”.

Otras veces, viene de una creencia asumida de algo que nos dijeron otros.

“No puedo” es un pensamiento distorsionado cuando no refleja la realidad. Uno puede vencer esta distorsión (y ayudar a los hijos a hacer lo mismo) cambiando esa expresión por otras:

· Estoy evitando la dificultad: Para aprobar esa materia es necesario dedicarse mucho más y no lo estoy haciendo.

· Tengo miedo: Me preocupa mucho que mis amigos se burlem de mí si intento cantar en el acto o el festival.

· No estoy seguro: No sé qué va a pasar si le digo al entrenador que ya no quiero seguir jugando en este puesto.

· No sé cómo hacerlo: Quisiera ordenar mi habitación, pero no sé por dónde empezar.


“No puedo” te quita opciones, mientras que en todas las frases anteriores hay esperanza. Si honestamente le ponemos la etiqueta adecuada a la excusa, se puede enfrentar la dificultad, aliviar los temores y aumentar la confianza.

3. El lenguaje pasivo:

El autor nos recuerda los viejos tiempos donde estudiábamos los verbos ¿se acuerdan? La voz activa da la idea de que alguien está haciendo algo, tomó una decisión: “Renuncié a mi trabajo”. Si uno dice “fui despedido”, la situación es diferente. La voz pasiva indica que algo fuera de nosotros es la razón por la que no tenemos trabajo: la reducción de personal, la economía, alguien que nos serruchó el piso, etc. Lo que pasó, no fue culpa nuestra. Somos los receptores pasivos de la acción.

Los significados activos y pasivos no tienen valor moral; no son ni buenos ni malos. Simplemente transmiten realidades diferentes. El problema aparece cuando usamos el lenguaje pasivo para explicar nuestras elecciones, de tal manera que nos sacamos de encima la responsabilidad.


Veamos algunos ejemplos de esto en la vida cotidiana de un adolescente:

· “A ese profesor no se le entiende nada”. ¿Y si admitieras: “En clase me la paso molestando y distrayéndome, así que no entiendo “nada”?

· “Él me provocó y le tuve que pegar”. ¿Qué tal decirlo de este modo: “Me dejé llevar por la ira y me descontrolé”?

· “El me pidió que hiciera esa broma”. ¿Y si reconocieras: “No supe decir que no a algo que sabía que estaba mal”?

· “Se rompió”. ¿No sería más exacto decir: “Lo rompí”?


“Se trata de ponerte a ti mismo en la línea de fuego, lo que sin duda es incómodo, pero cuando comparas esa incomodidad momentánea con la realidad de que otra vez estás llevando las riendas de tu vida, vale la pena. Ahora puedes ocuparte de lo que puedes hacer y lograr. Mientras no lo hagas, otras personas están al mando de tu vida”. (Cloud H. y Townsend J. p. 49)

4. Pensamiento negativo:

Algunas personas, cualquiera que sea la actividad, el problema o la oportunidad, lo ven de manera negativa, esto los desanima y les impide dar los pasos que necesitan dar. Para ellos el vaso está medio vacío y la luz al final del túnel siempre es un tren.

La investigación científica indica que los pensadores negativos se concentran en tres aspectos básicos de la vida:

- Ellos mismos (se ven como desafortunados y perdedores)

- El mundo (lo perciben como una jungla injusta que aplasta todas sus oportunidades)

- El futuro (al que adivinan oscuro, sombrío y catastrófico)

Como dice Pittaluga, el pensamiento negativo paraliza la capacidad de tomar el control de la propia vida de una manera emocionante, que produzca cambios: arriesgarse, tener energía y pasión. Esa energía y pasión se debilitan y agotan cuando uno está plagado de pensamientos negativos. Estos son los casos donde es necesario cuestionar la propia mente, porque lo que dice no es real. ¿Qué hay detrás de esos pensamientos? Varias cosas: temor al riesgo o al fracaso, la desesperanza, una perspectiva pasiva de la vida.

No dejemos de recordarles a los niños y a los adolescentes que el fracaso es una parte necesaria en el proceso de aprendizaje, y recordemos que los errores o fallas son oportunidades para ayudarlos a que fortalezcan su autoestima.

5. Pensamiento defensivo:

Aclara Pittaluga, que a veces, el pensamiento distorsionado hace que nuestra mente trabaje en contra nuestra. Por raro que parezca, con frecuencia nuestra mente dará un millón de excusas y defensas diseñadas para mantenernos muy a gusto donde nos sentimos cómodos, alejados de la ansiedad y la tensión. Esto es lo que se denomina pensamiento defensivo.

Hay muchos patrones de pensamiento defensivo. Los cuatro principales que son particularmente poderosos para detener nuestro crecimiento y nuestras metas son:


a. Negación

Cuando enfrentamos una circunstancia desagradable o dolorosa en particular, a veces nuestras mentes niegan que sea realidad.

El ejemplo que cita el autor es este:

Cuando la escuela vuelve a llamar por el mal comportamiento de un hijo, el padre podría reaccionar con una negación inmediata: Mi hijo no puede haber hecho esto.

El pensamiento realista asumiría un enfoque más sensato y útil: Necesito reunirme con el director para ver qué está haciendo mi hijo y saber qué puedo hacer para ayudarlo a enderezarse. No va a ser divertido, pero debo verlo como una ocasión para darle las oportunidades que necesita para triunfar.

b. Minimizar

No es tan grave como la negación, pero es otro ladrón de sueños nos dice el autor. Es la versión ligth de la negación.

Un padre que minimiza reaccionaría de esta manera ante la llamada de la escuela: Es verdad, él se mueve mucho, ya lo sé. Pero estoy seguro de que no es tan grave como dice la maestra. Ella está exagerando.

Minimizar ayuda a anestesiar la incomodidad, pero tiene un precio: si no aceptas la realidad y la afrontas, tu hijo no saldrá adelante. Al minimizar garantizas que tu hijo no reciba la ayuda que necesita.

c. Excusarse

Dice Pittaluga, que cuando expresamos este patrón de comportamiento defensivo, podemos reconocer la realidad, pero nos quitamos la responsabilidad de la misma. Dar excusas no es tan grave como la negación -al menos reconocemos que el chico tiene un problema en la escuela – pero perjudicamos nuestras oportunidades de ayudarlo: Ya sé que su conducta no es buena en el aula. Realmente él es brillante, pero la maestra no lo comprende. Así que se aburre y no siente el apoyo de ella.

Vemos claramente como se ha cambiado la responsabilidad: ¡es la maestra la que debe entrenarse para tratar la personalidad del hijo! Dar excusas por la conducta del hijo en el presente no es una buena señal para su éxito en el futuro. ¿Qué pasará cuando tenga veinticuatro años y reciba una mala evaluación de su jefe? No va a estar ahí para decir: Evidentemente, usted no está proporcionando el ambiente de trabajo estimulante que mi hijo necesita.

Como señala el autor, realmente existen excusas legítimas para algunas de las cosas que suceden en la vida, pero es bueno preguntarse: cuando enfrento el desafío de alcanzar una meta o encarar un problema, ¿automáticamente doy una excusa?

A las excusas también se las llama pensamiento “sí, pero”. “Sí, pero había mucho tráfico”. “Sí, pero estoy demasiado cansado/ocupado/complicado para estar con mi hijo”. Si habitualmente damos excusas, ¡quitemos el “pero” del camino!

d. Racionalizar

Es presentar una conducta dudosa de la mejor manera posible. Cuando uno racionaliza dice, por ejemplo: Es verdad que en clase mi hijo exterioriza su pensamiento inapropiadamente. Es un líder por naturaleza. Eso es mucho mejor que ser una oveja más que sigue ciegamente el rebaño.

Esto no es una exageración. Dice el autor que no es raro que haya padres que den esa interpretación para explicar la conducta de sus hijos agresivos y descontrolados.

Racionalizar una conducta problemática es un ingrediente principal en la receta que a largo plazo creará in problema de conducta que hará que la futura esposa de este chico sea una desdichada. Si se quiere ayudar de verdad al hijo y ayudarlo a ser responsable, hay que deshacerse de esa explicación favorable y concentrarse en la verdad, aunque sea desagradable. Y cuanto antes se haga esto, más chances hay de que el resultado sea óptimo.

Hay que perder el miedo de ver las cosas de una manera honesta y crítica.

Pittaluga, nos recuerda nuevamente que el pensamiento distorsionado es un obstáculo: a veces, por su carga de negativismo desalentador, otras, por su optimismo poco realista para evitar la responsabilidad.

La práctica de vivir conscientemente ayuda a comprometerse con la realidad, a situarse en la humildad de la verdad, a reflexionar sobre nuestros actos, a perdonar y a programarnos adecuadamente.

Por último el autor aconseja estos ejemplos de programación adecuada:

· No más excusas “no puedo”. Sí puedo y lo haré.

· Cuando fracase, aprenderé del fracaso y seguiré adelante.

· No esperaré que la vida me encuentre: la iré a buscar.

· Hay una gran oportunidad para un gran futuro.

· Yo soy la única persona que puede ser dueña de mis suelos y elijo adueñarme de ellos.

· La culpa no me llevará donde quiero ir. Asumir la responsabilidad si lo hará.


Llegamos al final del post, tenemos mucho para reflexionar y para ayudar a nuestros hijos o alumnos a pensar. Estas son muy buenas pautas de Iván Pittaluga para guiar a los niños y adolescentes a vivir siempre en la realidad y a fortalecer su autoestima.


¡Espero les sea útil este post! ¡Nos vemos pronto!





Fuente: Pittaluga Iván. “Saberse amado, saberse capaz”. 2015. Ediciones Logos

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