En el libro Educar en el orden de Pablo Garrido Gil que resumimos en el episodio 1 del podcast, el autor plantea una serie de preguntas que podemos hacernos para comprobar cómo vivimos el orden en nuestras casas.
En el post de hoy, complementamos estas ideas, para que puedan analizarlas con detalles y hacer planes de acción para empezar a trabajar el orden con sus hijos.
Como dice el autor, el orden entra por los ojos…, pero solo si está en el ambiente. Si nuestro hijo se cría en un ambiente ordenado, tendrá muchas posibilidades de aprender este hábito, y viceversa.
Por eso, es fundamental que la familia entera luche en equipo para conseguir este hábito, de forma que unos se apoyen en el ejemplo de los otros, y todos compartan objetivos comunes de mejora en cada aspecto del orden material del hogar.
Para eso existen los planes de acción. Solo hay que animarse a ponerlos en práctica y esperar los resultados, que seguro vendrán.
Un buen punto de partida es examinarse para ver qué tal andamos de orden en nuestra casa y, a partir de ahí, plantearnos campos de mejora.
Marca con un tilde donde te sientas identificado, y a partir de ahí, piensa 3 formas en las que puedes mejorar en cada aspecto. Empieza a probar con una durante toda la semana, hasta lograr mejorar el orden en ese punto.
No hay un buen sentido del orden en el hogar si…
De modo habitual nos cuesta encontrar las cosas; o si perdemos con frecuencia las cosas.
No nos esforzamos por cuidar las cosas para que así duren más.
De modo habitual la familia llega tarde a las citas que tiene.
De modo habitual dejamos las cosas para última hora.
Los niños van desaliñados al colegio o con los deberes sin hacer.
Nosotros no exigimos en el orden de un modo sistemático, sino arbitrario, es decir, unas veces sí y otras veces no.
No tenemos unos horarios claros en temas tan centrales como comer, cenar, acostarse y levantarse, también en época de vacaciones.
Ordenamos a todo rápido y así nomás, antes de acostarnos, después de un día entero desordenando y dejando todo tirado. Bueno, al menos es mejor ordenar antes de acostarnos que irse a la cama con toda la casa «patas arriba». Algo es algo…
Guardamos en un mismo lugar los juguetes rotos con los nuevos, las lapiceras o resaltadores gastados con los que pintan, los lápices afilados y los que no tienen punta, los medicamentos ya vencidos con los que no lo están, etc. ¿A que a nadie se le ocurriría guardar en el mismo cajón de su armario las medias limpias con las usadas? Hay que revisar las cosas, para retirar lo que haya que limpiar, arreglar o tirar.
Apartamos las cosas de la vista, amontonándolas sin ton ni son en cajones o armarios que luego nunca ordenamos. Eso es como barrer el salón y meter el polvo debajo de la alfombra. Esta es la costumbre tan peligrosa de aplazar los problemas por pereza. El inconveniente de este tipo de actuaciones es que suele crear un desorden mayor que el que antes había, solo que con la diferencia de que no se percibe a primera vista.
Ordenamos la casa o la habitación cuando ya no hay más remedio, por ejemplo, en el caso de los niños, cuando se les viene encima un reto o penitencia de mamá; o en el caso de los padres, cuando van a recibir determinada visita y conviene no quedar mal, de modo que quitamos todo de en medio, no vaya a ser que piensen que somos unos desordenados. En el fondo, muchas de las cosas que tanto censuramos a nuestros hijos nos serían a menudo aplicables igualmente a nosotros, si nos examinásemos un poco.
Acumulamos por falta de orden y previsión más cosas de las que son necesarias. Eso puede y suele ocurrirnos, por ejemplo, con la comida: cuando no revisamos la despensa, llega un momento en que ya no sabemos si nos queda arroz o azúcar, y compramos tres kilos, que se suman a los otros cuatro que ya teníamos, pero ni nos acordábamos. Igual nos puede pasar con las lapiceras, los lápices, los cepillos de dientes, etc. El desorden hace que no sepamos ni lo que tenemos ni, lo que es peor, lo que necesitamos. A los hijos eso les suele pasar con los juguetes o con el material escolar: a veces tienen tantas cosas que llega un momento en que ni se acuerdan de ellas.
¡No se olviden de aplicar también la prueba del pañuelito descartable de la que hablamos en el podcast!
La casa es de todos, y todos debemos colaborar con nuestro esfuerzo. Es muy importante y bueno para los hijos, que los impliquemos en las tareas de la casa, y que tengan responsabilidades específicas según sus edades, esto los hará responsables, empáticos, agradecidos y los preparará como no se imaginan para su futuro.
Venzan la tentación de hacer todo ustedes, y no hagan nunca por sus hijos lo que ellos pueden hacer solos.
Y no se olviden que lo mejor es, que, al tratar de educar en el orden a tus hijos, “te estás obligando” a ser un poco más ordenado cada día.
¡Cuando educamos, siempre los primeros beneficiados somos nosotros!
¡Nos vemos en el próximo post!
Fuente:
Educar en el orden,
Pablo Garrido Gil
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